Aquella tarde en la reunión de Seguridad Pública que encabezaba el gobernador, el general de más alto rango en la sala de juntas fue enfático: “nos sumamos a la lucha contra el robo de hidrocarburos, pero que quede claro los soldados nunca usaremos las armas contra la población”.
Un viejo priista, de esos que está seguro que, pase lo que pase, morirá con esa militancia que heredó de sus padres y lo llevó al poder, advertía que muchos de sus compañeros han pensado en dejar su militancia y otros poco a poco lo empiezan a hacer, es una sangría diaria, lamentó.
Cuando están pendientes en el Congreso de la Unión temas vitales para la salud de la República como la Ley sobre Seguridad Pública, ayer la Cámara de Diputados aprobó penalizar a quienes “textean con el celular mientras manejan”.
Ser o estar políticamente correcto es estar bien con todas las personas. Agradarles. Esto a pesar de que no sea uno sincero.
Las declaraciones y los agravios contra México y los mexicanos de Donald Trump empezaron desde los tiempos de su precampaña para alcanzar la candidatura republicana a la Presidencia de Estados Unidos. Como candidato atizó el fuego, mantuvo su discurso como Presidente Electo y desde el primer día de su mandato, tiene apenas 33 en la Casa Blanca, no ha dejado su discurso y ordena acciones que confirman que su animadversión será permanente.
A las personas se les conoce por sus palabras y por sus hechos, la congruencia es una virtud que los pinta de cuerpo entero.
Ahora sí, los migrantes mexicanos les interesan a infinidad de personas de la política mexicana y de algunas asociaciones de la sociedad civil. Y escribo ahora sí, porque nunca antes les han interesado. ¡Jamás! En 60 años no han tenido el más mínimo interés en que su situación se arregle en México. Menos en Estado Unidos.
Luis Banck fue fiel a sí mismo y a lo que cree, es un hombre congruente y como el mismo se presentó ayer en su Informe: “soy un ciudadano más en Puebla”.
Las locuras del dos veces fallido candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador cada día nos sorprenden más, y que conste que no se trata de estar buscándole tres pies al gato, pero simplemente el tabasqueño se ahoga con su propio veneno.
No cabe duda que la decadencia del PRI ya no sorprende a nadie, y no lo digo por los dignos militantes de colonias populares, líderes sociales y demás cuadros de batallas en nuestro estado, sino por los dirigentes impuestos por dedazos y su afán de pisotear la poca dignidad que le queda al tricolor.
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