Eran aproximadamente las 15 horas del lunes 17 de abril, a la altura del kilómetro 180 de la carretera Orizaba-Puebla, cerca de Quecholac, zona del triángulo rojo, donde se extrae gasolina. A la orilla de la autopista un sujeto se apuesta con al menos cinco bidones de unos 20 litros, sin ningún anuncio, a la espera de sus clientes. Es un vendedor de combustible robado.
Muchos camioneros que van a Puebla o Ciudad de México adquieren el combustible a los delincuentes que, al parecer, se incrementan no sólo en número, sino en tácticas violentas por defender “su negocio”. De acuerdo con una nota publicada el 3 de mayo por La Jornada, el condenable suceso en el que asesinaron a un bebé de dos años y fueron ultrajadas la madre y una menor, se debió a un ajuste de cuentas con huachiculeros, por calificarlos de alguna manera. El mismo diario consigna este día la muerte de dos soldados agredidos por chupaductos, quienes se escudaron en mujeres y niños para evitar la respuesta del ejército.
El portal La silla rota publicó en enero un excelente reportaje en el que ilustra cómo la población de San Francisco Tláloc, Puebla, se enfrentó a los ordeñadores (http://bit.ly/2pJMzXD). Con esto nos damos cuenta que mucha gente prefiere vivir de lo robado y pocos los enfrentan. Hay otros productos, además de gasolina, que dejan buenas ganancias: automóviles y teléfonos celulares. En los últimos meses se ha incrementado el caso de personas que son despojadas violentamente de sus bienes, tanto así que las aseguradoras lanzaron un producto con póliza que cubre estos hechos.
En zonas urbanas de la Ciudad y Estado de México, Puebla e Hidalgo es común saber sobre asaltantes que suben a colectivos por los teléfonos. También que se comercializan en tianguis y calles. Quizás la culpa es de los compradores de robado, como lo son, en su caso, los consumidores de droga y de huachicol.
El gobierno reconoce que la violencia se ha incrementado y el presidente intenta matizar al agregar “como en el pasado” (no sabemos si se refiere a la independencia, la revolución o a los gobiernos panistas). El hecho es que mientras la mayoría de los casos de robo con violencia queden impunes, los hampones harán de las suyas. Por mi parte, he tenido que reportar dos veces en mes y medio el IMEI de un número telefónico, mientras que un alumno trae un aparato de 200 pesos, pues al ser atracado nuevamente en el microbús y mostrarlo el asaltante le dijo “pinche jodido”.
Para muchos estudiosos la violencia se originó por la llamada guerra al narcotráfico, pero se siguió de refilón a la población en general. Por lo pronto, la propuesta es no comprar huachicol, aparatos de dudosa procedencia ni vehículos truqueados, aunque hay mucha gente que quiere vivir bien sin saber la historia que hay detrás de cada producto comprado de manera ilícita.
Pregunta para el diablo
¿En qué momento muchos mexicanos se vuelven malos?
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