La recordaron como una artista de profunda y de exquisita sensibilidad que a través de sus pinturas abrió las puertas de su universo interior.
“La narrativa que ofreció México a mi madre fue marcada por una trayectoria de enriquecimiento personal, emocional y artístico. Este país le dio la bienvenida y la oportunidad de florecer artísticamente y de incorporar la belleza física del país en su obra”, expresó Trevor Rowe en homenaje póstumo a la artista Joy Laville.
La Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, fue el espacio en el que Trevor Rowe, el curador Salomon Grimberg y la directora general del INBA, Lidia Camacho, evocaron la trayectoria artística y vida personal de la pintora y escultora Helene Joy Laville Perren, fallecida el 13 de abril de 2018.
En el acto realizado la noche del 27 de junio, Trevor Rowe recordó que hace 62 años, precisamente en un mes de junio, él y su madre llegaron a San Miguel de Allende, Guanajuato, lugar en el que Joy Laville vivió por diez años y donde conoció al escritor Jorge Ibargüengoitia, con quien se casaría en segundas nupcias.
Expuso que en estos días en los que la cuestión de la migración es tan polémica, la historia de Joy Laville, migrante queeventualmente adoptó la ciudadanía mexicana, brilla con la simplicidad, abertura e inocencia de otra época que demuestra un concepto diferente de recibir al extranjero, concepto que lamentablemente se está perdiendo en el mundo.
“Le agradezco a México por haberle ofrecido a mi mamá, las condiciones e inspiración que abrieron las puertas de su vida y las ventanas de su imaginación”, apuntó.
En una participación emotiva y al borde del llanto, el curador Salomon Grimberg se refirió a experiencias de vida y a la evolución pictórica y creativa de la creadora galardonada con la Medalla Bellas Artes en 2015. Manifestó que México fue su casa y vida. “En México se hizo pintora, en México vivía su gente y México era el país de Jorge”.
Compartió que la primera pintura que compró de Joy Laville fue hace 50 años. “No entendía que la tristeza que proyectaba la obra no tenía que ver con depresión o infelicidad sino con el sentimiento de conciencia que ayuda ver con claridad y aceptar la realidad tan como es, después de todos estos años, sigo creyendo que ese es el misterio que imbuye su obra”.
El también autor de arte indicó que la primera mitad de los años setenta fue la época más intensa de la artista. “Joy Laville dejó en su obra luz, luz que aclara el misterio de la realidad aunque esta duela, no acabamos de morir hasta que la última gente que piensa en nosotros muere, si es así, Joy Laville va a vivir mucho tiempo”, aseguró.
En su intervención, la directora del INBA, Lidia Camacho, describió a la creadora como una artista de profunda y exquisita sensibilidad que por más de 60 años, a través de sus pinturas, abrió las puertas de su universo interior, un mundo habitado por la tranquilidad, sus playas, cielos, montañas, por delicadas flores y desnudos que transparentan el alma, siempre misteriosa.
Recordó que nacida en Inglaterra, Laville se consideró a sí misma una artista mexicana, que en busca de una ciudad pequeña para estudiar pintura en 1956 llegó a San Miguel Allende, ciudad que la marcó de manera importante.
Camacho apuntó en que el escritor Jorge Ibargüengoitia se refería a ella como la mujer lila. “Era artista delicada y sobre todo muy delicada, en su estudio en el estado de Morelos pasó largos momentos concentrada en los detalles de sus obras, dejando en cada pincelada testimonios de su imaginación y de sus emociones.
En el evento también asistió el gobernador del estado de Morelos, Graco Ramírez, quien adelantó que el próximo 8 de septiembre, fecha en la que la artista cumpliría 95 años, se presentará en el Jardín Borda un libro escrito por Jorge F. Hernández, testimonio de vida de la reconocida pintora reconocida con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el área de Bellas Artes en 2012.
Con información de Secretaria de Cultura