¿Por qué MORENA no cae en las preferencias después de tantos escándalos de corrupción, abusos, hipocresía y mal gobierno? Esa es la pregunta que nos formulan a los encuestadores en público y en privado. Ni siquiera los mismos militantes del movimiento en el poder saben por qué ocurre ese extraño fenómeno de tolerancia y hasta complicidad política del respetable con la marca MORENA.
Hay muchas teorías que pretenden explicar lo que parecería inexplicable.
Unos apelan a la complicidad por interés. Afirman que la entrega de dinero en efectivo a millones de mexicanos los convierte en socios de la corrupción. Una especie de vínculo de complicidad que se finca por recibir dinero público a cambio de nada. Eso puede ser parcialmente cierto y sin duda que contribuye a fortalecer no solo la complicidad, sino la dependencia.
Otros acusan a la inexistencia o irrelevancia de la oposición. Esa teoría también es parcialmente cierta y tiene una explicación. Primero por la vulnerabilidad a la que están expuestos los líderes opositores en un país en el que ya no existe la separación de poderes, los tribunales ni las fiscalías independientes, ni la libertad de expresión con medios de comunicación independientes del régimen (salvo algunos contados casos). Luego por la imposibilidad de la oposición de incidir en el poder legislativo como consecuencia de la sobre representación de MORENA y sus aliados, lo que dio origen a la pérdida de equilibrios institucionales y al deterioro de las libertades individuales. La oposición no es la única culpable, es otra víctima de la concentración del poder.
Mi teoría es un poco más compleja por la profundidad de sus implicaciones; yo creo que una parte de la conciencia de los mexicanos es corrupta e hipócrita. Al menos de la parte de mexicanos que sostiene a MORENA con su voto o con su indiferencia.
En la pasada entrega compartí con usted algunos resultados de una investigación en la que demostramos la existencia de 2 tipos de mexicanos, unos acomplejados y resentidos, otros desconfiados y egoístas. Los primeros se identifican y votan por MORENA, los segundos no se identifican con algún partido y cuando votan deciden su voto en función del candidato. La evidencia estadística demostró que la creencia o no en ciertas narrativas históricas, sociales y políticas describen la identidad de los integrantes de uno y otro grupo, al igual que el sentido de su voto.
MORENA se sostiene con el voto de alrededor de un tercio del electorado, mientras que los dos tercios restantes se dividen entre la indiferencia y los demás partidos. En una democracia como la que hasta ahora tenemos, un tercio de los electores son muchos millones de votos, pero no son suficientes para ganar a menos que el resto se divida o sean apáticos. Una verdad de Perogrullo.
Lo anterior me lleva a concluir que no es la corrupción del actual gobierno, ni las evidencias del derroche de riqueza inexplicable, ni las camionetas o los viajes de lujo, ni los abusos de poder y los actos en contra de las instituciones y de las libertades, lo que mueve a la sociedad mexicana a actuar en política. No es eso, aunque en el pasado esa clase de escándalos sí afectaron a los gobiernos del PAN y del PRI. Los mexicanos de hoy prefieren no enterarse o hacer como que no se enteran porque al final, afirman, “todos son iguales”.
Cuento entre mis amigos a varios que prefieren no leer mis textos porque les incomoda tener que hacerse responsables de saber lo que ocurre en su país. Hay otros que les molesta la crítica y enterarse del evidente descaro con el que actúa el cuatroteísmo. Un puñado de ejemplos no constituyen una muestra representativa pero sí dan una buena idea del tipo de mexicanos que conforma nuestra sociedad. (No espere amable lector que en una encuesta los informantes confiesen ser indiferentes e indolentes ante la corrupción y los abusos del poder, aunque sí lo sean)
¿Cuándo vamos a despertar? Eso será cuando ocurra una catástrofe de enormes proporciones, algo más doloroso que la pandemia de COVID. Algo que saque a la gente de las pantallas de sus celulares y los ponga a usar el recurso más valioso con que les dotó la naturaleza; su inteligencia.
Como eso puede tardar mucho tiempo o no ocurrir en esta generación, habrá que apostar por construir una opción política mediante una narrativa que obligue a tomar postura, que incomode, polarice y no pase inadvertida. El único que ha entendido como se juega el juego político en estos tiempos de posmodernidad es Ricardo Salinas Pliego, quizá por eso el régimen lo está persiguiendo con todo su poder. Invito a los opositores valientes a que decodifiquen la estrategia narrativa del “tío Richie”, es por ahí.
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